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jueves, 14 de enero de 2016

El dilema de Pedroche

El Principio cierto por excelencia es aquel respecto del cual todo error es imposible [...] Pero ¿cuál es este principio? Es el siguiente: es imposible que el mismo atributo pertenezca y no pertenezca al mismo sujeto, en un tiempo mismo y bajo la misma relación.
Aristóteles, Metafísica, Libro Cuarto, III

Un dilema, sensu stricto, es una forma lógica en la que se presentan dos argumentos de manera mutuamente excluyente.

Fuera de los lenguajes inventados por el ser humano para el cálculo. Fuera del álgebra lógica y la matemática, más allá de los lenguajes de programación, un dilema humano es algo que tiene un carácter psicológico. Un dilema es lo que vivimos o lo que la sociedad vive como un dilema, algo que no tiene fácil solución, lo que en filosofía se llama una aporía. Un camino que no permite seguir avanzando.

Los dilemas morales no tienen una forma lógica. Son complejos, multiformes, permiten dar razones a favor y en contra para "poner en la balanza" cuando, de hecho, no tienen nada que ver con unas magnitudes que se puedan pesar en los platillos.

De hecho, ante cualquier problema político, ante cualquier protesta contra un abuso o injusticia, saben los injustos que siempre pueden argumentar, sembrar la duda y presentar un "dilema" que polarice las opiniones y mande al terreno del debate público lo que podría estar en el terreno de la indignación y la exigencia de que rueden cabezas.

C.P. mostrando bragas en la Nochevieja de 2014

C. P. Mostrando que no lleva bragas en Nochevieja de 2015.
La sociedad parece dividirse entre quien culpa a la actriz-presentadora-periodista de representar un papel denigrante y cosificante para las mujeres, al aparecer como objeto meramente decorativo al lado de solo-presentadores vestidos acorde a las circunstancias climatológicas de las noches de finales de diciembre de Madrid, al aceptar el cliché de "tontita" superficial que enseña carne y, por otro lado, quienes defienden su derecho a elegir cómo vestir, a que nadie la imponga tapar su cuerpo como a tantas mujeres se las obliga.

Si se tratase de una decisión individual y privada. Si ella decidiese particularmente salir poco vestida a una fiesta, no habría dilema. Creo que ya nadie niega el derecho a la propiedad del propio cuerpo ni se rasga las vestiduras (valga la expresión) por ver un cuerpo humano desnudo, semidesnudo o semivestido. Pero se intuye en este caso una estrategia que sirve a fines comerciales de los empresarios de la televisión. Por otro lado, el hecho de que sea una situación pública le añade un grado de responsabilidad a sus actos. Cuando eres alguien que tiene una influencia que puede ser positiva o negativa sobre la sociedad y, especialmente, en la imagen que pueden tener niños y niñas de lo que es una mujer adulta, parece que tus actos deberían estar guiados por cierto grado de responsabilidad moral.

Por el otro lado se argumenta que la misma hipocresía que obliga a taparse a las mujeres que dan el pecho, que hacía vestirse desde el tobillo hasta el cuello sin enseñar un trozo de piel a la mujer de la Inglaterra victoriana o hasta más arriba de la coronilla a la de Afganistan hoy en día, es lo que mueve los insultos hacia la presentadora. Que quienes se escandalizan y lanzan sus iras contra ella limitan su libertad y no aceptan que una mujer pueda vestir sexy para ella misma, que la provocación está en los ojos que miran. Qué por qué va a ser una provocación un vestido trasparente en el siglo XXI. Se argumenta también que el aspecto de la mujer se convierte en objeto de debate público precisamente por ser mujer, lo que es también una forma de machismo. A un hombre no se le judga en ese aspecto. Que en el fondo culpabilizarla por como viste es igual que cuando se investiga qué llevaba puesto la víctima de un abuso o una agresión sexual.

En el fondo el debate se enturbia y se polariza entre dignidad y libertad. Haga lo que haga esta mujer, ninguna solución parece que será satisfactoria. En definitiva, es un debate artificial y provocado porque el propio debate da más audiencia al año siguiente que la que se atrae de las miradas lascivas. Al final, si vuelve a presentar (seguro) el mismo espectáculo (por otro lado horrendamente casposo), tanta gente será atrapada por la visión de un cuerpo atractivo poco vestido o levemente desnudo, como por por el morbo de la polémica. Miel sobre hojuelas, más ingresos en publicidad, para la empresa productora.

El dilema de Pedroche, llamémosle así, consiste en quien, considerándose feminista, como el autor de este blog, no se ve bajo la disyuntiva de decidir entre una posición u otra (que yo particularmente lo tengo claro), sino en como poder argumentar tu punto de vista sin quedar empantanado como una mula, una que atasca su pata en el barro y no puede avanzar en el lodazal de los discursos simplistas y maniqueos a los que estamos acostumbrados. Cómo evitar la amenaza de machismo para poder argumentar feminismo, es decir, igualdad. Como evitar que el "marketing de la felicidad" nos venda buenrollismo y desparpajo, libertad individual, cuando lo que venden es tetas y culos como el carnicero vende morcillo y costillar.

Y no es posible.

Y cuanto más se denuncie, más indignación produzca, también generará más interés, más audiencia, más dinero que va a parar a los bolsillos de quienes lanzan el anzuelo con esta mujer a modo de cebo vivo.

La trampa dentro de la trampa es que el mero hecho de escribir sobre ello, también les es rentable.

La banca siempre gana.











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